La discusión es quién gobierna a México
Gerardo Villagrán del
Corral*
Falta menos de un mes para que asuma el Gobierno Andrés Manuel López
Obrador (AMLO) y ya ha empezado a recibir feroces ataques de los grandes medios
de comunicación y de todos los que sienten que serán afectados con sus
políticas y decisiones, principalmente el poder económico con su derrota en la
consulta popular sobre el proyecto del Nuevo Aeropuerto Internacional de la
Ciudad de México (NAICM).
El resultado de la consulta popular convocada por López Obrador fue
contundente, y ganó la alternativa del aeropuerto en Santa Lucía y la
cancelación del faraónico proyecto del NAICM, una aspiración de los gobiernos
neoliberales desde el sexenio de Fox, impuesto por la fuerza, con muertos,
presos y mujeres de la localidad de Atenco violadas para obligar su desalojo y
satisfacer los negocios del gran capital.
Los mercados, los partidos del actual régimen, las cúpulas empresariales
y los sicarios de los medios hegemónicos al servicio (o parte) del poder
fáctico, hablando como supuestos representantes del colectivo (como están
acostumbrados a hacer) anunciaron tormentas y desastres y siguieron con sus
ataques al futuro presidente. La cuerda se tensó y la guerra de micrófonos
tenía como meta dirimir quién manda en México.
La posición de AMLO no pudo extrañar, ya que desde que fue jefe de
gobierno del entonces Distrito Federal se había opuesto a esta obra. En el 2015
había presentado a Santa Lucía como alternativa frente a lo que calificó como
un “baúl sin fondo”, “una obra faraónica” y “un negoción para unos cuantos”. La
resistencia de las cúpulas empresariales hizo que López Obrador optara por una
consulta como mecanismo de deliberación.
El asunto central es quién manda (o mandará) en México.
Los últimos gobiernos mexicanos, mientras creaban una nueva oligarquía,
se sometían a los dictados de Washington y de los grandes intereses económicos
estadounidenses y de sus socios locales. Cada reforma “estructural” fue en
beneficio de un pequeño grupo, cada decisión impopular de los gobiernos era
aplaudida de pie por el poder económico y mediático.
A partir del 1 de diciembre -anunció el cada vez más próximo mandatario-
se cancelará el proyecto de NAICM, los compromisos financieros se honrarían y
se buscaría negociar con las partes inconformes.
Lo anunció AMLO, con más de 30 millones de votos conquistados en las
elecciones y el 70% del más de un millón de ciudadanos de 538 municipios que
participó en la consulta, quien se preguntó, precisamente, "¿quién manda?,
¿no es el pueblo, los ciudadanos?, ¿no es eso la democracia? Ese es el cambio”.
Y agregó que “se acabó el predominio de una minoría y la vinculación del
poder económico y político, que el gobierno esté solo al servicio de un grupo.
El gobierno es de todos, representa a todos y estoy seguro que se entenderá.
Cuesta trabajo, porque no termina de desaparecer lo antiguo, lo viejo, lo
anacrónico".
AMLO fue sumamente claro a lo largo de su campaña con respecto a este
mega-proyecto, que tenía un costo de 15 mil millones de dólares -además de un
costosísimo mantenimiento anual- por ser construido en un terreno que antaño
fue el lago de Texcoco y que por ello tiene un suelo asentado en un fondo lleno
de agua y lodo.
Era un proyecto ecocida porque se hubiera secado el lago Nabor Carrillo,
eliminando a todas las aves que allí se han asentado. Las pistas de aterrizaje
sufrirían hundimientos debido a la naturaleza del suelo en donde serían
construidas. Toda esa zona de Texcoco hubiera dejado de ser un vaso regulador y
fuente de absorción de agua para la Ciudad de México.
El pueblo decidió: en lugar de construir el nuevo aeropuerto, se
construirá un complejo aeroportuario que integrará al actual Aeropuerto
Internacional Benito Juárez con el de Toluca y el actual aeropuerto militar de
la base militar de Santa Lucía.
Esta decisión augura un cambio en el tipo de democracia, de un sistema
donde lo democrático era ejercido cada seis años en el derecho al voto (por
alguna de las opciones del poder fáctico representando a distintos partidos
que, en definitiva, son parte de lo mismo), mientras se beneficiaba
permanentemente a las elites económicas, al mejor estilo neoliberal, por una
democracia participativa, donde el pueblo es el que decide.
¿Y las reformas estructurales?
La división de los partidos conservadores y las contradicciones entre
los diversos sectores capitalistas (transnacionales, grandes empresas
nacionales, medias y pequeñas), e incluso en los mandos de las Fuerzas Armadas,
le permitieron a AMLO llegar a la presidencia que antes le habían hurtado.
Para el analista Guillermo Almeyda fueron decisivos el temor a la
reacción popular en caso de fraude (el tigre que AMLO ofreció domar) y la
agudización de la permanente resistencia, a pesar de la represión y las
matanzas (zapatismo chiapaneco en el 1994, votación por Cuauhtémoc Cárdenas en
el Distrito Federal en el 1997, Acteal en ese mismo año, la experiencia
de la Asamblea Popularde los Pueblos de Oaxaca, la lucha de Atenco contra
el nuevo aeropuerto durante el Gobierno de Vicente Fox en el 2006, los
normalistas desaparecidos de Ayotzinapa, el gasolinazo, Anuee...).
Hoy su Movimiento Regeneración Nacional (Morena) tiene mayoría en ambas
cámaras, pero ni siquiera ha elaborado un calendario urgente de reformas a las
leyes infames y persisten la Ley de Educación y todas las leyes reaccionarias
sobre seguridad, Petróleos Mexicanos, los recursos naturales, la minería, la
justicia o en materia laboral, nada se dice de todos los charros en
los sindicatos y se mantiene la militarización del país.
Muchos analistas consideran negativa la decisión de AMLO de hacer el
Tren Maya a costa del medio ambiente y de los campesinos y en provecho del
turismo de lujo y de la especulación y, también la resolución sobre las
denominadas Zonas Económicas Especiales, que reorganizan el territorio en
interés y a la medida del gran capital, con completo desprecio por las
poblaciones y por la ecología.
El modelo neoliberal tiene demasiados cerrojos
La otra pregunta es si está a la orden del día el fin del modelo
neoliberal, lo que es sumamente difícil, porque desde el 1994-1996 se han
aprobado una serie de candados legales que blindan jurídicamente el proyecto
neoliberal.
El proyecto alternativo de nación de López Obrador plantea que hay que
recuperar democráticamente al Estado y convertirlo en el promotor del
desarrollo político, económico y social del país. Esto no significa que sea la
mera continuidad del modelo actual.
Sostiene que se consultará a la gente si las reformas estructurales se
mantienen o se cancelan. Anuncia que el presupuesto será realmente público y se
dará preferencia a los pobres. Insiste en la centralidad de la lucha
contra la corrupción. Pero no habla explícitamente –como sí hizo en
el pasado– de erradicar el modelo económico neoliberal.
Ya puso en el centro del debate de la campaña electoral la revisión de
los contratos para la obra pública y las concesiones gubernamentales, la
construcción del NAICM y las de explotación de campos petroleros. Asimismo, se
comprometió a dar marcha atrás a la reforma educativa.
Pero, más allá de la voluntad política para modificar el modelo
neoliberal está el entramado jurídico, construido para evitar que se modifiquen
sus aspectos sustantivos.
No se trata tan solo de un candado, sino de un sistema complejo de
cerrajería urdido desde las reformas aprobadas por las cámaras, las
resoluciones de la Suprema Corte de Justicia de la nación, el
funcionamiento de los organismos reguladores de la economía y la firma de
acuerdos de libre comercio, señala el analista Luis Hernández Navarro.
El marco legal aprobado es un verdadero campo minado que favorece
invariablemente los intereses de las grandes empresas (muchas de ellas
transnacionales) en contra de las facultades regulatorias del Estado.
El momento clave para tender este cortafuegos jurídico fue la
reestructuración de la Suprema Corte en diciembre del 1994, cuando el
presidente Ernesto Zedillo destituyó a los 26 ministros que la integraban y
estableció una nueva composición de 11, agrega.
El proyecto neoliberal en México contó, a partir de ese momento, con un
enorme blindaje jurídico. Desde entonces, una y otra vez, la Corte ha decidido
contra los intereses populares.
Pero también los órganos reguladores de la economía impusieron cerrojos
que, en lugar de favorecer la competencia, propiciaron la concentración del
mercado y fortalecieron a los monopolios, además de permitir al Ejecutivo
disfrutar de facultades extraordinarias.
La firma de innumerables tratados de libre comercio (sobre todo en sus
capítulos de inversiones) obligó a modificar la legislación interna y
sometieron al país a un nuevo derecho pro-empresarial, dedicado a proporcionar
garantías a las inversiones extranjeras. No es factible emprender un nuevo
modelo de desarrollo en favor de las mayorías si no se desmantela este
entramado jurídico abiertamente pro-empresarial.
A menos de un mes de asumir la presidencia, un presidente
centroizquierdista parece haber decidido que sean los mexicanos los que
acompañen las decisiones de su gobierno, empoderando a los excluidos
-económica, social y políticamente- por décadas. Para ello deberá abrir muchos
cerrojos y atreverse a hacer cambios estructurales. El tema de base es siempre
el mismo: ¿quién gobernará México?
*Antropólogo y economista mexicano, asociado al Centro Latinoamericano
de Análisis Estratégico (CLAE)
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