Una decisión irresponsable
La decisión de reconocer a un Gobierno que no
tiene capacidad efectiva para dirigir la realidad política del país conduce a
un callejón diplomático sin salida
Pablo Businduy*
Tras un ultimátum inédito en el derecho internacional,
el Gobierno ha reconocido oficialmente a Juan Guaidó como presidente interino
de Venezuela. Tal vez consideren que es una decisión popular o rentable. En
términos diplomáticos, sin embargo, es un acto irrealizable, irresponsable y
contradictorio con los objetivos que el propio Gobierno afirma perseguir en
Venezuela.
Es una decisión irrealizable porque Guaidó no tiene
el control efectivo de los poderes del Estado venezolano: no controla la
administración, ni los ministerios, ni la policía, ni puede garantizar los
compromisos internacionales asumidos por el país. ¿Si cualquiera de los 150 mil
españoles que viven en Venezuela, o una de las grandes empresas que operan allí
desde hace décadas, tiene mañana un problema grave, a quién va a llamar el
Gobierno para resolverlo? No va a llamar a Guaidó, porque no tiene el control
efectivo del país. De hecho, según la interpretación de la Constitución
venezolana que usó para autoproclamarse, Guaidó debería convocar elecciones en
un plazo máximo de 30 días. No lo va a hacer, porque no puede hacerlo. Por esa
misma razón, la decisión de reconocer a su gobierno que no tiene capacidad
efectiva para dirigir la realidad política del país, conduce a un callejón
diplomático sin salida, neutraliza nuestra capacidad de interlocución y deja
desatendida a la comunidad española.
En la situación de crisis política actual, en
ausencia de canales de negociación o diálogo, el Gobierno de Guaidó solo puede
hacerse efectivo por medio de tres vías: un levantamiento militar, una
insurrección armada o una intervención extranjera. De hecho, es lo que pide el
propio Guaidó al dirigirse al ejército y es la hoja de ruta explícita y
declarada de Estados Unidos. ¿Qué va a hacer el Gobierno si se cumple esa
amenaza anunciada? ¿Va a apoyar, contra todos los compromisos internacionales
adquiridos por nuestro país, un golpe de Estado o una intervención militar para
derrocar a un Gobierno por la fuerza? ¿Cuál es entonces su hoja de ruta?
¿Alguien piensa que en Venezuela puede haber unas elecciones libres y un
horizonte de gobernabilidad viable que no resulten del acuerdo político entre
las partes y cuenten con el aval y el apoyo de las organizaciones
internacionales?
Es precisamente lo que defiende la iniciativa
planteada por los Gobiernos de México y Uruguay: proponer instrumentos de
mediación, avalados por Naciones Unidas en el marco del derecho internacional,
para buscar una solución pacífica y democrática a la crisis que vive el país.
Reconocer a un presidente no electo, en un país radicalmente polarizado, donde
existe el riesgo cierto y real de un enfrentamiento civil y regional, bajo la
amenaza militar explícita de Estados Unidos, es hacer exactamente lo contrario.
Es una decisión irresponsable, que contribuye a minar el orden multilateral,
neutraliza nuestra capacidad de mediación e influencia, y convierte a España en
parte activa de una crisis de desarrollo incierto y graves consecuencias
potenciales. El Gobierno debería rectificar.
*Editorialista del periódico español El
País
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