Venezuela y la disputa geopolítica
Carlos Fazio*
Después de la reunión del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas en
Nueva York, el conflicto en Venezuela ha adquirido dimensiones geopolíticas. Y
como siempre, el petróleo es la sustancia de fondo de la cuestión.
Auspiciado por la administración de Donald Trump, el golpe de Estado en
curso contra el presidente constitucional y legítimo, Nicolás Maduro, tiene
como objetivo instaurar un gobierno paralelo de facto, carente de legalidad y
sustento popular con el propósito encubierto de generar caos, anarquía y una
guerra civil entre venezolanos como vía para justificar una intervención
militar humanitaria de algunos países del área bajo el paraguas del Pentágono.
Para eso, dos propósitos centrales del plan criminal impulsado por los
súper halcones de la Casa Blanca, el secretario de Estado Mike Pompeo y el
director del Consejo de Seguridad Nacional, John Bolton -auxiliados ahora por
Elliott Abrams, operador de las guerras sucias y las actividades clandestinas
de la Agencia Central de Inteligencia en América Latina en los años 80- es
encontrar un Pinochet o un Videla en el seno de la patriótica Fuerza Armada
Nacional Bolivariana y potenciar una contra venezolana, como la que desangró a
Nicaragua a comienzos de la revolución sandinista.
El guion, que pretende reeditar una dualidad de poder similar a la del
caso libio, se ha ejecutado por medio de una guerra híbrida sin precedentes,
que junto con las operaciones sicológicas y otras técnicas clandestinas,
incluye las acciones diplomáticas de la maloliente Organización de los Estados
Americanos (OEA), viejo ministerio de colonias de Washington, del inefable
Grupo de Lima y la Unión Europea; las sanciones y el bloqueo
económico-financiero de EEUU y Gran Bretaña para colapsar la cotidianidad de la
población venezolana: sabotajes contra instalaciones estratégicas del Estado y
objetivos simbólicos en barriadas y urbanizaciones populares, actividades
paramilitares de tipo insurreccional con mercenarios camuflados, guarimberos
encapuchados y malandros a sueldo; el terrorismo mediático y en las redes
digitales (desinformación, fake news, uso de cuentas influenciadoras), el uso
de ONG como herramientas de infiltración en la sociedad para generar
desestabilización, fanáticos crímenes de odio contra personas identificadas con
el chavismo e intentos de balcanización del territorio en las fronteras con
Colombia y Brasil.
Bajo la tutela de Washington y en una acción coordinada con los
regímenes cipayos de Colombia, Brasil y Argentina −principales integrantes de
la patota de Lima, de la que inexplicablemente México aún forma parte−, el
diputado Juan Guaidó se autoproclamó presidente encargado, la figura
paragubernamental necesaria para seguir la hoja de ruta de la política de
cambio de régimen del Comando Sur del Pentágono.
La fabricación al vapor de una nueva narrativa sobre el joven pacifista
Guaidó, que busca alejarlo de la brutalidad paramilitarizada que el ala dura
del antichavismo protagonizó en Venezuela los recientes años, y en la que
participó como operador del caos y el vandalismo extremista callejero, sólo
busca encubrir el inicio de un nuevo ciclo de violencia prolongada como los que
fracasaron del 2014 al 2017, dirigido entre otros objetivos clave a intentar
fracturar la cadena de mando cívico-militar de la Revolución Bolivariana.
El multipublicitado relanzamiento remasterizado del esquema de la lucha
pacífica y popular contra la dictadura de Nicolás Maduro, bajo el liderazgo del
hasta hace dos semanas prácticamente desconocido diputado Guaidó −cuya imagen e
incluso su color de piel se sale un poco de la siempre caucásica fisonomía de
los líderes del ultraderechista partido Voluntad Popular−, busca forzar una
transición que estaba paralizada ante la ausencia de dirigentes opositores
capaces de erosionar al gobierno de Maduro.
La puesta en escena del fantoche Guaidó −el presidente que nadie
eligió−, ahora es una fabricación de la diplomacia secreta de Washington, que
tuvo como principal responsable al cubano-estadunidense Mauricio Clavier,
Carone integrante del Consejo de Seguridad de la Casa Blanca. El esquema que
trata de imponer el trío Bolton, Pompeo, Abrams, con apoyo de legisladores de
la mafia cubano estadunidense de Miami (el senador Marco Rubio y el congresista
Mario Díaz-Balart, republicanos), sigue el formato libio.
Washington ha logrado posicionar en Europa y América Latina a la
Asamblea Nacional opositora como única autoridad con legitimidad de origen en
Venezuela y busca potenciar a un Consejo Nacional de Transición Democrática,
símil del Consejo Nacional de Transición libio, que fue reconocido en el 2011
por la Liga Árabe, EEUU, países europeos y finalmente la ONU, como gobierno
legítimo de Libia. Con el apoyo de milicias de mercenarios provenientes de Al
Qaeda y armados por la OTAN, llamados mediáticamente 'rebeldes' (recordar los
luchadores de la libertad de Ronald Reagan y George Bush padre, creados por
Abrams y John Dimitri Negroponte).
Lo ocurrido en Libia se calcó luego en Siria. Pero allí el campo de
batalla, además de EEUU, incluyó a Rusia, tras aprender la experiencia libia. Y
el Pentágono sufrió una derrota. El factor geopolítico se reaviva ahora en
Venezuela, que cuenta con el apoyo de Rusia y China, lo que podría generar un
incendio en la región.
*Periodista uruguayo radicado
en México. Pertenece a la redacción del diario La Jornada y colabora con el
semanario Brecha de Uruguay y otros medios alternativos
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