Las claves del éxito de la política social en Bolivia
Sergio
Martín-Carrillo*
La inversión y el gasto social son dos de los principales mecanismos que
tiene el Estado para desarrollar su política social y luchar contra la pobreza
y la desigualdad. Pero la eficacia de las políticas sociales vendrá
también determinada por el contexto de estabilidad macroeconómica y, en este
sentido, mantener la inflación en niveles relativamente bajos es clave para el
éxito de dichas políticas.
Un caso paradigmático de éxito de la política social, consiguiendo
buenos resultados a la hora de la reducción de la pobreza y la desigualdad, ha
sido Bolivia desde el 2006.
En función de los datos de la Encuesta de Hogares del Instituto Nacional
de Estadística (INE), Bolivia ha conseguido pasar de un nivel de pobreza del
59,9% en el 2016 al 36,4% para finales del 2017, cifra que supone el nivel
histórico más bajo.
En cuanto a la desigualdad de ingresos, medida por el índice de Gini,
esta se ha reducido desde el 0,60 hasta el 0,47 entre el 2005 y el 2014, según
los datos publicados por el Banco Mundial (BM).
Este éxito se ha conseguido mediante la puesta en marcha de diferentes
programas sociales que han contribuido a la redistribución de los ingresos.
Estos programas sociales se han nutrido de los recursos provenientes,
principalmente, de la nacionalización de los recursos hidrocarburíferos, que se
llevó a cabo en el 2006 y que dio la vuelta al reparto de los ingresos de la
extracción del gas.
Actualmente, más del 80% de las utilidades quedan en manos de los
bolivianos mediante la propiedad estatal, lo que ha permitido financiar los
programas sociales a través de una fuente abundante de ingresos públicos sin
verse, además, mermada la inversión privada en los campos hidrocarburíferos.
Pero, ¿cuáles son los principales programas sociales llevados a cabo por
el Estado boliviano, y cuáles son las principales claves del éxito de los
mismos?
Principales
programas sociales
Desde el 2006 -y con el objetivo de reducir la pobreza y los niveles de
desigualdad existentes-, el Gobierno boliviano ha venido implementando una
serie de programas de transferencias condicionadas, que se han focalizado en
los estudiantes, las personas de la tercera edad y en las madres embarazadas o
con niños menores de dos años.
Los tres principales programas son el Bono Juancito Pinto, el Bono Juana
Azurduy y la Renta Dignidad.
El Bono Juancito Pinto fue el primero de estos tres programas que se
pusieron en marcha, estando vigente desde octubre del 2006. Su objetivo es el
de incentivar la matrícula, permanencia y culminación del año escolar de los
niños durante los primeros cinco años de primaria.
El programa hace entrega de un bono anual de 200 bolivianos (28 dólares)
a los estudiantes de escuelas públicas de educación formal, juvenil alternativa
y/o especial, con la condicionalidad de una asistencia mínima al 80% de las
clases.
Según los datos hechos públicos por el Ministerio de Educación de
Bolivia, en el 2018 se han destinado 444 millones de bolivianos (Bs) para el
pago del Bono Juancito Pinto, que beneficiará a unos 2 millones 221 mil
estudiantes de primaria y secundaria de unidades educativas fiscales, de
convenio, y centros de educación especial del país.
Junto con la redistribución de ingresos que se hace a los estudiantes de
las escuelas públicas, el otro gran objetivo del programa es la lucha contra el
abandono prematuro de los estudios.
Los publicados por el Ministerio de Educación muestran cómo, desde el 2005
al 2018, se ha reducido la deserción escolar en primaria desde el 6,5% al 1,8%,
mientras que para el mismo período en la educación secundaria la reducción ha
sido del 8,5% al 4%.
El segundo programa que se puso en marcha fue el de Renta Dignidad, vigente
desde noviembre del 2007. La Renta Dignidad es un programa de
transferencia monetaria no contributiva y de carácter vitalicio para las
personas de 60 años o más.
Supone un complemento de 250 Bs para las personas con pensiones de
jubilación y de 300 Bs para personas que no tienen pensiones de jubilación. Su
financiación se lleva a cabo a partir de los ingresos del Impuesto Directo a
los Hidrocarburos (IDH), así como a partir de los dividendos de las empresas
públicas. Actualmente alcanza al 12% de la población.
El tercer programa social destacado, el Juana Azurduy, es un mecanismo
de transferencia monetaria condicionada, implementado en el 2009 por el
Ministerio de Salud.
Se trata de un incentivo económico para mujeres gestantes, condicionado
al cumplimiento de cuatro controles prenatales, parto institucional y control
postparto, así como para niños, condicionado a doce controles integrales de
salud bimensual.
Es, por tanto, una transferencia monetaria condicionada al uso adecuado
de los servicios públicos de salud por parte de mujeres gestantes o de madres
de niños menores de dos años.
La financiación del bono Juana Azurduy se hace a través de los recursos
internos del Tesoro General de la Nación.
La aplicación de este programa ha permitido mejorar el bienestar social
de la población más vulnerable de Bolivia, y actualmente beneficia -según los
datos hechos públicos por el Ministerio de Economía y Hacienda- a algo más de
dos millones de personas.
La política de transferencias directas ha sido complementada con fuertes
programas de inversión pública dirigidos a la construcción de nuevas
infraestructuras y a la ampliación de los servicios básicos.
La ampliación de los servicios de educación, salud, comunicación,
acueducto y alcantarillado han tenido un impacto fuerte en la población de
menores recursos.
Toda la política social ha venido, además, acompañada de los incrementos
continuos de los salarios, y ejemplo de ello es la subida experimentada por el
Salario Mínimo Nacional (SMN) que pasó de los 440 Bs (57,3 dólares) en el 2005,
hasta los 2 mil 60 Bs (296 dólares) en el 2018. Esto, además, en un contexto
económico estable que contribuye a magnificar los impactos de la política
social.
Estabilidad
económica y control de la inflación
La economía boliviana se ha caracterizado, en la última década, por un
amplio crecimiento económico de carácter inclusivo [1]. En buena parte de los
últimos años, Bolivia ha sido el país suramericano que mayor crecimiento
económico ha experimentado, incluso manteniendo un ritmo de crecimiento por
encima del 4% a pesar del contexto de debilidad que vive la región desde el
2015.
Las claves principales del buen desempeño económico se encuentran en la
inversión pública, el fortalecimiento de la demanda interna y la política
contra-cíclica aplicada desde la gestión económica.
Siendo, por tanto, la política social aplicada (relacionada directamente
tanto con la inversión pública como con el fortalecimiento de la demanda
interna) uno de los pilares de la estabilidad económica.
Sin embargo, al mismo tiempo, la efectividad de la política social para
alcanzar sus objetivos en cuanto a reducción de la pobreza y la desigualdad,
mejorar las condiciones de acceso a los servicios básicos y la ampliación de
los beneficios económicos de la mayoría de la población, está fuertemente
relacionada con la estabilidad económica y, más concretamente, con la
estabilidad de los precios.
Siguiendo el trabajo [2] de Rashid Talukdar (2012) sobre los efectos de
la inflación sobre la pobreza en países en desarrollo, se concluye que altos
niveles de inflación están correlacionados positivamente con niveles altos de
pobreza.
En su trabajo se analiza el efecto de la inflación sobre la pobreza en
115 países en desarrollo durante el período 1981-2008, utilizando la
clasificación entre los mismos en función del nivel de ingresos realizado por
el Banco Mundial (BM).
Según esta clasificación, Bolivia aparece en el grupo de países de
ingreso medio-bajo, y sobre este grupo existe correlación positiva entre la
inflación y la pobreza. Por tanto, podemos igualmente concluir que la
efectividad de la política social para reducir la pobreza viene determinada por
el mantenimiento de niveles de inflación bajos.
En este sentido, Bolivia ha conseguido mantener los niveles de inflación
reducidos, con una tendencia clara a la baja, haciendo que los amplios
programas sociales aplicados por el Gobierno boliviano hayan tenido fuerte
impacto sobre la reducción de la pobreza.
El éxito de la política social boliviana está ligado al éxito de su
política económica pero, a su vez, el éxito de su política económica se liga al
éxito de su política de inclusión social.
Bolivia ha demostrado que para liderar el crecimiento económico regional
durante la última década la clave está en hacer partícipe del mismo a la
población que tradicionalmente había quedado excluida.
En función de los datos de la Comisión Económica Para América Latina y
el Caribe (Cepal), este 2018 Bolivia volverá a liderar el crecimiento económico
de la región suramericana. Esto lo hará, además, con un nivel de inflación por
debajo del 3% y manteniendo y reforzando las políticas sociales de
transferencias para la población más desfavorecida.
Notas:
[1] Para conocer con detalle el estado actual de la economía boliviana
se recomienda la lectura de “Radiografía de la situación de la economía
boliviana” https://www.celag.org/radiografia-situacion-economica-boliviana/
[2] Rashid
Talukdar., S. (2012). The effect of inflation on poverty in developing
countries: a panel data analysis
*Profesor de la Escuela de Relaciones Internacionales José Peralta del
Iaen e investigador del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica
(Celag)
Comentarios
Publicar un comentario