Trump condena a Cuba, y el mundo condena a EEUU
Manuel E. Yepe*
Cuando los estadounidenses
recuperen el control de su nación de manos de los grandes monopolios que han
desprestigiado a la gran potencia norteamericana y han convertido a sus
ciudadanos en culpables o cómplices del execrable bloqueo económico con
propósitos genocidas más largo de la historia, serán ellos –el pueblo
estadounidense– quienes tendrán que pedir al pueblo cubano y a la Humanidad
entera indulgencia por el brutal crimen que desde hace más de medio siglo
llevan a cabo contra su país vecino menor.
La ciudadanía
estadounidense en su conjunto tendrá que responder por una bestial agresión que
quedará inscrita en la historia como un crimen de lesa humanidad que
avergonzará a las futuras generaciones de USAmericanos por el resto de la vida
humana en el planeta.
Es una realidad
históricamente lamentable porque no es ese talentoso pueblo sino el sistema
capitalista, el que en su etapa actual de desarrollo ha generado el régimen
imperialista que atropella a la humanidad sin respetar fronteras ni hacer
distingo entre habitantes de uno u otro país. Exonera de esa manera al reducido
grupo de poderosas corporaciones financieras que han enarbolado la bandera
estadounidense para sus monstruosas fechorías.
La política actual de
Estados Unidos hacia Cuba no es excepcional porque tiene raíces históricas muy
constantes, si bien la confrontación ha sido siempre asimétrica, con variable
intensidad en la violencia y tolerabilidad circunstancial de los contendientes.
Durante el desgobierno del
presidente Donald Trump, esta política ha estado secuestrada por un grupo
minoritario y radical del partido republicano colmado de figuras relacionadas
con los sectores más retrógrados y agresivos contra la Isla, que la separa cada
vez más de los intereses de la mayoría de los pobladores estadounidenses.
Es importante constatar
sin embargo, que la medida de prohibir a los ciudadanos estadounidenses visitar
a Cuba en calidad de turistas, no fue inventada por Trump. Esta política ha
sido ratificada y continuada por más de una decena consecutiva de inquilinos de
la Casa Blanca, Y no es ni tonta ni ingenua.
Numerosas encuestas
realizadas a visitantes estadounidenses que, desafiando prohibiciones -legales
o veladas- y ajustándose a los muchas veces humillantes requisitos que
autorizan que un ciudadano de Estados Unidos pueda viajar a tierra cubana de
manera lícita, demuestran que el impacto que tales visitantes experimentan al
hacerlo en muy fuerte y trascendente.
Ello está motivado,
principalmente, porque la realidad de Cuba, a lo largo de más de 60 años, ha
estado sometida en la sociedad norteamericana a una campaña de difamación tan
feroz y falsa que cuando un ciudadano medio de Estados Unidos llega a la isla se
impresiona vivamente por una realidad contrastante con lo que ha aprendido en
el curso de su vida sobre un país tan cercano al suyo pero tan vilipendiado
durante tanto tiempo.
Con el tiempo y
especialmente durante el gobierno de Barack Obama, se fueron abriendo pequeños
huecos en el asedio por la presión de congresistas y empresarios de diversos
sectores estadounidenses discrepantes de la política exterior contra Cuba.
La llegada a la Casa
Blanca de Donald Trump significó un freno a estos muy discretos pasos de las
administraciones demócratas.
Este primero de noviembre
del año en curso, a pocos días de haber sufrido Washington por enésima vez la
confirmación del rechazo internacional unánime a su política de bloqueo contra
Cuba, los departamentos de Estado, Tesoro y Comercio de EEUU emitieron nuevas
disposiciones y regulaciones para recrudecer el asedio a Cuba con adicionales
medidas de prohibición y represión contra entidades económicas y ciudadanos
estadounidenses que intentaran realizar transacciones financieras con sus
similares cubanos.
Y ciertamente, estas
medidas punitivas de Washington dañan de alguna manera la economía cubana, pero
afectan igualmente a empresarios de Estados Unidos y, además, a los de terceros
países. El Departamento de Estado anunció que el listado continuará siendo
actualizado de forma periódica por Washington.
Solo Israel, cuyo papel en
la política global estadounidense le obliga a tan ridícula muestra de sumisión
a EEUU, no unió su voto al resto de los tres centenares de países miembros de
la ONU para exigir el cese del bloqueo a Cuba.
No puede decirse que el
régimen iracundo de Donald Trump haya venido a sustituir a gobiernos serenos y
pacifistas porque las administraciones gobierno del partido demócrata superaron
por su belicismo la media histórica y convirtieron a Estados Unidos en un
verdadero campeón del guerrerismo por excelencia.
*Periodista cubano especializado en política internacional,
profesor asociado del Instituto de Relaciones Internacionales Raúl Roa de La
Habana, miembro del Secretariado del Movimiento Cubano por la Paz.
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