Resultados y perspectivas de la presidencia de Donald Trump
James Petras*
Trump ha sabido rentabilizar demagógicamente los
fracasos de los programas socioeconómicos y las múltiples guerras del Partido
Demócrata
Introducción
Es momento de realizar una evaluación objetiva de la política interior y
exterior del presidente Trump, de los medios empleados, los objetivos
propuestos, y de los resultados y las consecuencias. La actuación de Trump
exige entrar a debatir el estilo y el fondo de sus políticas en la esfera
nacional e internacional.
En esta tarea, ignoraremos los manotazos que le lanzan quienes se
centran en asuntos periféricos -como la investigación estatal sobre las
historias conspiratorias de la supuesta intervención rusa- y nos centraremos en
los temas estratégicos con que la presidencia pretende transformar las
relaciones económicas, políticas y sociales a escala global.
“Trump en acción”: Política exterior
El presidente Trump tiene una estrategia y trabaja duro para hacerla
realidad. La prioridad destacada de su agenda es la defensa de la supremacía
global de EEUU mediante la palabra y los hechos.
Para lograr el poder mundial, Trump utiliza múltiples armas: cree
firmemente en los poderes mágicos del armamento y de las palabras.
Afirma que los anteriores presidentes “fueron débiles y permitieron que
otros nos explotaran”. En su opinión, su liderazgo nos ha hecho fuertes y
nuestro poder está presente en todas partes y en todo momento.
¿Y cómo muestra el presidente su fuerza? A través de múltiples guerras,
sanciones severas, aumento del gasto militar y una mayor concentración de la
riqueza, todo ello en los lugares estratégicos.
Con esto, según Trump, logramos intimidar a nuestros rivales,
competidores y adversarios.
El presidente cita numerosos ejemplos. En Siria, hemos ocupado regiones
enteras, construido nuevas bases militares, contratado y armado a más
mercenarios y arrojado las bombas más potentes sobre ciudades. Alardea de haber
debilitado a Irán al dar por terminado el acuerdo nuclear e incrementar las
sanciones, lo que precipitará, según él, un inminente colapso y un cambio de
régimen. Proclama el éxito de su guerra económica contra China y el declive de
Rusia, rodeada de misiles nucleares y bases militares, y ahogada por las
sanciones económicas.
Trump se jacta de los nuevos triunfos políticos y aliados militares en
América Latina. Considera que ha recuperado para el mercado a Argentina,
Brasil, Colombia, Chile y Ecuador, países que le proporcionan un ejército
vasallo con el que derribar los gobiernos de Venezuela, Cuba y Nicaragua.
Trump presume de su éxito en la “renegociación” del Tratado de Libre
Comercio de América del Norte (NAFTA), cuyo nombre ha sido cambiado y que en
teoría proporciona “acuerdos” mejores con México y Canadá.
La Unión Europea y cada uno de sus miembros han sentido la cólera
subyacente en sus amenazas de guerra comercial y su exigencia de aumentar las
contribuciones a la OTAN. Ha pedido a los alemanes que compren el petróleo y el
gas a EEUU en lugar de comprárselo a Rusia; amenaza a las compañías europeas
que se atrevan a cumplir sus compromisos vigentes con Irán. Presume de la venta
de armas a Arabia Saudí por valor de 100 mil millones de dólares y afirma la
supremacía estadounidense en Oriente Próximo y norte de África.
Si hacemos caso de sus declaraciones bulliciosas y fanfarronas, Trump ha
ganado todas las guerras, conquistado a todos sus competidores y sentado las
bases para el “Siglo [norte] Americano” (sic). ¿Cuántos de sus tuits sobre
política exterior son un reflejo del mundo real y cuántos son exclamaciones
vacuas?
El presidente Trump: pretensiones y realidad
La estrategia del presidente Trump en política exterior se basa más en
bravatas que en conquistas, más en ruido que en negocios, más en “faroles” que
en éxitos.
Empecemos por Rusia. Las sanciones y el cerco militar no han conseguido
debilitarla. Berlín está incrementando sus lazos comerciales con el Kremlin, le
compra más petróleo y gas, construye gasoductos y afirma la autonomía de la UE
en sus tratos con Rusia. El cerco militar se basa en la implicación de socios
bálticos de tercera categoría y bases de misiles emplazadas en Polonia. En
cambio, Rusia ha firmado acuerdos militares y económicos por valor de miles de
millones de dólares con China, una potencia mundial.
La respuesta de Rusia ante la declaración de Trump de su salida del
acuerdo de misiles nucleares ha sido la fabricación de armamento superior. En
todos los aspectos, Rusia ha frustrado las sanciones y las amenazas económicas
de Trump.
A pesar de la grandilocuencia con que Trump anunció que “asfixiaría a
China” con aranceles, el superávit comercial de este país con EEUU
ha aumentado, mientras el déficit de EEUU se ha incrementado.
EEUU ha crecido un 2,8%, China un 6,5%. EEUU no ha conseguido convencer
a ninguno de sus aliados asiáticos de que se unan a su guerra comercial contra
China. Todo lo contrario, pues los ha incentivado para buscar alternativas con
las que reemplazar las exportaciones de EEUU Aunque los asesores económicos de
Trump han amenazado a los grandes bancos de Wall Street para que dejen de tener
negocios multimillonarios con China, la mayor parte de ellos han hecho caso
omiso. Los banqueros ignoran la guerra comercial de Trump porque los beneficios
cuentan más que la retórica gaseosa.
Arabia Saudí firma un acuerdo militar de 110 mil millones de
dólares con Trump... ¡y luego solo compra el 10%! Parafraseando al presidente,
son fake deals, acuerdos falsos.
Trump sostiene que la monarquía saudí es una gran aliada, a pesar de su
boicot a Qatar, donde se ubica la mayor base militar estadounidense de la
región. Israel, su gran aliado en Oriente Próximo, ignora las sanciones
económicas a Rusia y la guerra comercial con China, dos de sus mayores socios
comerciales en el sector de la alta tecnología.
Las guerras estadounidenses están perdiendo apoyo. Los rebeldes afganos
controlan la mayor parte del país, rodean las capitales de provincia y fuerzan
a los generales estadounidenses a replegarse. Los aliados de EEUU en Siria se
han retirado. Nos quedan los separatistas kurdos, pero ellos defienden sus
propios intereses, no los de Trump.
En América Latina, Trump recibe alabanzas de los regímenes de
ultraderecha de Brasil y Argentina, que andan al borde del colapso económico,
la crisis social y la revuelta política.
Éxitos internos de dudoso valor
Trump se vanagloria de la gran reducción de impuestos para los
multimillonarios con holdings en el extranjero. Lo considera todo un triunfo
que creará empleo y producirá crecimiento. En realidad, más de las tres cuartas
partes de los beneficios repatriados han sido invertidos en la recompra de
acciones que han aumentado los dividendos corporativos, no se han invertido en
ninguna actividad productiva.
La guerra comercial con China no ha creado empleos, ha añadido costes a
los consumidores, pues ha supuesto incrementos de los precios. Sus políticas
favorables a la empresa han reforzado la influencia de las grandes
corporaciones a la hora de conseguir concesiones multimillonarias de los
gobiernos locales y estatales. Jeff Bezos, el multi-mega-millonario propietario
de Amazon, recuperó más de 10 mil millones de dólares en exenciones fiscales,
además de las concesiones financiadas por el Estado.
En efecto, las transferencias de renta a gran escala y largo plazo de
Trump benefician a los ricos más que a los pobres, aumentan las desigualdades y
reducen los fondos públicos para educación, sanidad y asistencia social.
La oposición de Trump a la sanidad universal, a los acuerdos
internacionales sobre cambio climático, a las inversiones en infraestructura
nacional y a la regulación de la supervisión bancaria ha aumentado el riesgo de
desastres naturales, crisis financieras y malfuncionamiento de los transportes.
A pesar de su programa nacional retrógrado, Trump mantiene el apoyo electoral y
no se enfrenta a ninguna amenaza política inmediata por una razón básica: los
Demócratas no ofrecen ninguna alternativa.
Los Demócratas corporativos que dirigen el partido respaldan todas las
políticas retrógradas de Trump: apoyan su aumento del gasto militar y la
reducción fiscal a los superricos, además de oponerse a un programa nacional de
sanidad para todos.
Además, durante el doble mandato del presidente Obama, los grandes
bancos recibieron un rescate billonario, mientras tres millones de hogares
fueron desahuciados por no poder hacer frente al pago de sus hipotecas; los
salarios mínimos se mantuvieron por debajo de la línea de pobreza; y las desigualdades
aumentaron, al igual que las disparidades raciales.
Bajo la presidencia de Obama se detuvo y deportó a dos millones de
inmigrantes, creando un precedente para las políticas contrarias a la
emigración de Trump. Es decir, los programas implementados por Trump son una
continuación y una radicalización de los puestos en marcha por el régimen de
Obama.
Conclusión
Trump ha sabido rentabilizar demagógicamente los fracasos de los
programas socioeconómicos (a favor de las corporaciones) y las múltiples
guerras del Partido Demócrata para desarrollar sus políticas interior y
exterior.
Gracias a ello, ha sabido explotar el descontento popular y ha
conseguido el respaldo de las grandes empresas prometiendo reducciones de
impuestos y el fin de las regulaciones. En la práctica, la imposición de
programas agresivos en el ámbito nacional y en el exterior ha contribuido al
aislamiento y la pérdida de influencia de Washington. Ninguno de sus objetivos
originales ha sido alcanzado.
EEUU ha multiplicado sus adversarios, y estos se han fortalecido y
unificado. Washington ha perdido mercados bien establecidos sin ganar ninguno
nuevo. Su apoyo se ha visto reducido sin ganar nuevos adherentes.
Los “aliados” de confianza de Trump (Israel, Arabia Saudí, Alemania y
otros) han hecho perder fuerza a sus agresivas políticas comerciales con Rusia
y China. Las sanciones contra Irán han eximido a los principales compradores de
las exportaciones petroleras de Teherán. Se ha mostrado incapaz de conseguir
sus objetivos en política interior y exterior pero estos fracasos no se han
traducido en una pérdida significativa de influencia.
Europa está dividida internamente y se muestra incapaz de formular una
alternativa consecuente. América Latina afronta crisis económicas que excluyen
cualquier intervención militar conjunta, a pesar de los “acuerdos sobre el
papel”.
Pero el mayor fracaso de Trump son sus políticas con China. Todos y cada
uno de los principales aliados de EEUU en Asia han mantenido y aumentado sus
acuerdos comerciales con Pekín. La prematura celebración de la victoria
diplomática sobre Corea del Norte se ha desvanecido, pues este país ha
recuperado sus lazos con China y Rusia y los ha ampliado.
Las opciones estratégicas de Trump no han alcanzado sus objetivos. No se
ha producido ninguna transformación global de gran impacto. Si los generales de
Trump abandonan Afganistán, no será gracias al Partido Demócrata o a los
europeos.
Las guerras comerciales con China no han servido para aumentar el empleo
en EEUU, pero los críticos de Trump en Wall Street han negociado nuevos
acuerdos financieros más lucrativos.
En resumen, los fracasos de Trump no han creado nuevas y mejores
condiciones para los mercados globales, no han acabado con las guerras ni han
mejorado el nivel de vida. A pesar de ello, muchos progresistas están
satisfechos por estos fracasos, aunque no se beneficien de ellos.
*Sociólogo y
politólogo estadounidense
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